En el cuerpo de un humano adulto y sano puede haber alrededor de 100 billones de bacterias. Si se apilaran todas juntas, pesarían unos 1,5 kilogramos. Organizadas por especies, superan las 2.000 y, aunque la mayoría se encuentran en el estómago e intestinos, la mayor diversidad se da en la cavidad oral. Hasta 700 especies de Streptococcus, Rothia, Neisseria, Gemella, Fusobacterium... viven en la boca. Ahora, un grupo de investigadores holandeses ha querido averiguar cómo influyen los besos en el microbioma bucal.
Seleccionaron a 21 parejas tanto heterosexuales como homosexuales y tomaron muestras de su lengua y saliva antes de un beso prolongado, y después de besarse. Para compararlas, usaron una escala del 0 (completamente similares) al 1 (nada similares).
Tras analizar genéticamente las muestras para identificar la presencia de una molécula, el ácido ribonucleico ribosómico (rRNA), que les permitiera localizar a los distintos géneros bacterianos, vieron que los amantes tienen una tasa media de similitud de 0,37 frente al 0,55 de los no amantes. Para valorar la importancia de esta diferencia, hay que tener en cuenta que el perfil de la flora bacteriana del mismo individuo puede variar mucho entre muestra y muestra.
Unos microorganismos con una prodigiosa capacidad de adaptarse a condiciones de vida extremas se han convertido en protagonistas de la mina sevillana de Las Cruces. Son los seres vivos que más temperatura aguantan, hasta 113 grados. Respiran azufre. Los llaman extremófilos por su resistencia, por la facultad que tienen de sobrevivir en un ambiente duro, carente de oxígeno, como el de la Tierra hace más de 2.400 millones de años, como el de Marte. Pues bien, un equipo de científicos españoles los ha vuelto a colocar en el foco con un estudio publicado en la revista científica Nature comunications. Aseguran haber hallado evidencias de la acción de estos microorganismos en el subsuelo sevillano. Y están intentando dilucidar si esos “bichos”, como se refieren a ellos cariñosamente, se encuentran aún allí.
El estudio de estos microorganismos resulta prometedor para investigaciones relacionadas con la búsqueda de vida en otros planetas y, en un nivel más terrenal, pueden tener aplicaciones farmacéuticas, biotec-nológicas, e incluso cosméticas.
En la península Arábiga, en medio del desierto, un virus desconocido comenzó a matar personas en 2012. A los primeros síntomas, tos y fiebre elevada, le seguían falta de aliento, neumonía, fallo renal y muerte. Hasta el pasado verano, la (OMS) ha identificado 699 contagiados en 21 países. El virus es letal en el 30% de los casos. No hay tratamiento ni vacuna.
Bautizado como MERS-CoV (siglas de Síndrome Respiratorio por Coronavirus de Oriente Medio), el virus no ha matado lo suficiente como para atraer la atención de los medios. Como el ébola, se transmite por contacto estrecho con el enfermo. Pero existe un caso preocupante publicado en la revista International Journal of Infectious Diseases: un hombre de 51 años lo contrajo en la sala de emergencias del hospital de Riad, en Arabia Saudí, donde ingresó. El equipo de médicos de Ali S. Omrani, después de estudiar todas las posibilidades, no descartó el contagio por una persona asintomática, que “podría convertirse en un contribuidor más importante de lo que se creía para la transmisión”.
Toni Nadal, tío y entrenador del campeón de 14 grandes del tenis, confirmó ayer en una entrevista con la agencia DPA que su sobrino Rafael ha decidido acudir a las células madre para tratarse la espalda. El mallorquín sufrió "un bloqueo" en la zona lumbar durante la final (perdida) del Abierto de Australia 2014; jugó infiltrado "y con la espalda dormida" Roland Garros; penó durante toda la temporada; y ahora aprovecha que ha renunciado a la Copa de Maestros para operarse por laparoscopia de un plastrón apendicular para también intentar solucionar esa dolencia. Se trata de un tratamiento, según fuentes médicas conocedoras del caso, "que no está al alcance de todo el mundo por su coste, y de una técnica poco frecuente".
Hay algo que una simple abeja puede hacer mejor que muchas
empresas farmacéuticas: llegar con su veneno al sistema nervioso
central. Por eso algunos equipos de investigación estudian las
sustancias que segregan avispas, abejas o escorpiones con la esperanza
de desarrollar nuevos fármacos. En España, uno de esos equipos ha creado
un nuevo tipo de moléculas a imagen y semejanza del veneno de abeja que
podría servir en un futuro para tratar muchas enfermedades del cerebro,
desde el alzhéimer a la esquizofrenia pasando por el cáncer.
“Creo que somos el único grupo del mundo que está
estudiando venenos para intentar llevar al cerebro nuevos fármacos”,
explica Ernest Giralt, químico e investigador del Instituto de
Investigación Biomédica (IRB), en Barcelona. Giralt coordina el programa
de química y farmacología molecular en su instituto. Su especialidad
son los péptidos, pequeñas proteínas como las que segregan algunos
animales venenosos y que se pueden diseñar para que tengan propiedades a
la carta.
¿Un bilingüe es más inteligente que un monolingüe?”, sepa que la
ciencia dice que no. Eso sí, asuma también que está en minoría, ya que
el 60 % de la población mundial habla más de un idioma.
Este elevado porcentaje de bilingüismo es otra de las numerosas
consecuencias que se suma a lo que los expertos atribuyen a esta
capacidad del ser humano para relacionarse en dos lenguas. Y es que,
especialmente en términos culturales, el bilingüismo es altamente
recomendable. Así lo afirma el doctor Marcelo L. Berthier Torres,
profesor de Neurología y director de la Unidad de Neurología Cognitiva y
Afasia en el Centro de Investigaciones Médico-Sanitarias (CIMES)
de la Universidad de Málaga, quien asegura que no le aconsejaría a
nadie ser monolingüe: “A pesar de que no hay estudios que demuestren que
las capacidades cognitivas de una persona bilingüe estén más
desarrolladas que las de una monolingüe, sí lo están las funciones
ejecutivas. Cuando un bilingüe cambia de una lengua a otra se ponen en
marcha unos mecanismos de switch –cambio–que hacen que
estructuras cerebrales, como el cíngulo anterior, estén más activas”. ¿Y
esto qué significa? Pues que, por ejemplo, alguien que en un entorno
laboral sea capaz de seguir una reunión que salta del catalán al
castellano tendrá potenciadas capacidades cognitivas como la atención,
la concentración o la memorización. No es más listo, pero lo parecerá.Una de sus últimas aplicaciones pertenece al campo de la belleza, donde después de años de cremas de última generación y tratamientos sofisticados, el humilde CO2 presenta múltiples usos a través de la carboxiterapia, que consiste en la infiltración de CO2 por vía subcutánea, o sea, pinchacitos que colocan el gas debajo de la piel. Promete eficacia contra la piel de naranja, las arrugas, la flacidez corporal y facial, las estrías, las cicatrices, las ojeras oscuras y hasta el pelo ralo. “Al inyectar cantidades determinadas de CO2 en la zona a tratar, se produce un incremento de la cantidad y la velocidad del flujo sanguíneo (una vasodilatación) que oxigena la zona”, explica la doctora Irene Cruz, del Instituto Médico Láser. "Con el aumento de la oxigenación de los tejidos se produce más colágeno, algo definitivo para combatir la flacidez y mejorar la piel. Y el anhídrido carbónico que sobra, de nuevo se elimina al exhalar, lo que hace que sea un procedimiento inocuo y muy seguro”, indica el doctor Jaime Tufet, de la clínica que lleva su nombre. Las inyecciones se realizan también en el cuero cabelludo, indicadas, según quienes las ofertas, para personas de pelo débil, pero no evita la calvicie.
Lydia Barbacid 1º bachillerato C
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